Estas fotos pertenecen al blog de Patri.

23 de enero de 2012

capitulo 1 El silencio de la soledad

Spin off de la historia anterior:


AVISO: El contenido de esta historia NO es real, es totalmente ficticio, creado por y para los fans, para pasar un buen rato, leyendo historias de sus ídolos. Disfrutad!


Capitulo 1 <El silencio de la soledad>


Aquella noche caminaba a paso lento, cabizbaja, con las manos en los bolsillos, estaba lloviendo con fuerza, pero me daba igual, ni la intensa lluvia interrumpiría mis pensamientos. Intentaba pegarme lo más que podía a la pared y esquivaba los charcos para no mojarme más de lo que ya estaba. La lluvia caía cada vez con más intensidad. Paré en seco y me quedé contemplando como caía la lluvia fijando mi mirada en la luz de una farola. Una gota de agua cayó en mis ojos, parpadeé varias veces y diminutas gotitas quedaron en mis pestañas.
Suspiré, bajé la mirada al suelo y continué mi camino. Miles de recuerdos me perseguían esa noche y lo único que quería era llegar a casa, dejarme caer en la cama y quedarme allí hasta morir.
Me paré para cruzar una calle, la lluvia me caía encima, no había ningún sitio para cubrirme. Clavé mi mirada en el muñequito del semáforo, rezando para que se pusiera verde cuanto antes. Cuando  cambió de color crucé la calle a toda prisa, al pasar por delante del escaparate de una tienda, me miré de reojo, el pelo me goteaba y lo tenía todo aplastado.


Me paré enfrente de la puerta de casa, saqué las llaves del bolsillo y entré. Lo primero que hice fue descalzarme, odiaba esa sensación de cuando vas mojada con la ropa puesta. Fui a mi habitación y me puse ropa seca, tras vestirme, me senté en el borde de la cama y fijé mi fría mirada en el suelo, sin quererlo, los ojos se me llenaron de lágrimas, que poco a poco se resbalaron por mis mejillas para ir a morir a mi pantalón. Suspiré y me sorbí la nariz. La vibración del móvil sobre la mesilla me sobresaltó, fui a ver quien era "Patricia cariño, sé que estás mal, pero no quiero verte así, lo superarás pronto, antes de lo que piensas, no llores, mañana iré a verte". Mi amigo Miguel, un amigo de toda la vida, más que un amigo, un hermano, al que yo cariñosamente llamaba Miki, él se sabía hasta el último detalle de mi vida, sabía como estaba en cada momento, lo que sentía, con sólo mirarme podía saber toda la historia. Le quería demasiado, aunque nunca siguiera los miles de consejos que me daba. En el último no le hice caso y perdí a mi mejor amiga y mi trabajo.


Aquel mensaje me hizo sonreír, sólo él podía sacarme una sonrisa en un momento como ese. Lo único que respondí fue "¿Te he dicho alguna vez que te quiero?".
Preparé algo ligero para cenar y me dejé más de la mitad, no tenía hambre, el estómago se me había cerrado y ya llevaba varios días sin comer bien. 
Di un sorbo al vaso de agua para intentar quitarme el sabor de comida de la boca. Me tumbé en el sofá a ver una película que estaban poniendo en la tele, pero era una bonita historia de amor y eso me recordaba a Ángel y Berta, así que, apagué la tele antes de echarme a llorar y me fui a la cama, a intentar dormir, me llevó unas horas pues un cúmulo de pensamientos llegó a mi mente, pero al final lo conseguí, caí en un profundo sueño.


El horrible sonido del timbre resonó en toda la casa, en mi cabeza, abrí los ojos lentamente y me desperecé en la cama, al ver el reloj de la mesilla me extrañé, eran las 12:00h nunca había dormido hasta tan tarde. Bajé de la cama y no me molesté ni en ponerme las zapatillas de estar por casa, salí a abrir descalza, parecía un zombie de "The walking dead". Al otro lado de la puerta me encontré con Miki y su sonrisa. Yo aún andaba medio dormida, le miré con los ojos entornado y bostecé. Nada más verme, se acercó a mí, me cogió de la cara y me dio un apretado beso en la mejilla. Cerré la puerta mientras me rascaba la cabeza, mi pelo estaba alborotado, quizá mi aspecto no era el mejor, pero me daba igual.
-Pero Patri, no me digas que te acabas de levantar- me dijo mirándome de arriba abajo.
Nos sentamos en el sofá y yo me abracé a un cojín. Mi amigo no me quitaba el ojo de encima.
-¿Cómo estás?
Le miré y me encogí de hombros, no tenía una respuesta clara para aquello, estaba en un estado raro, difícil de descifrar. Él volvió a darme otro beso en la mejilla, era de lo más cariñoso del mundo, no entendía porque se llevaba tan bien con una persona como yo.
-Sabes que a la larga todo se soluciona.
Negué rotundamente- Esto no se va a solucionar Miki.
Él asintió de un cabezazo- Que te digo yo que si, que Berta te quiere mucho.
Mis ojos empezaban a llenarse de lágrimas, le miré fijamente- Ya no, ahora me odia.
Miki me agarró de una mano y se acercó a mí, sin apartar su mirada de la mía- ¿Sabes una cosa?- dijo en un susurro.
Negué sin dejar de mirarle.
-Tu hechas de menos a Berta ¿Verdad? sientes que en esta casa hay un vacío.
-Sí, demasiado vacío.
Él asintió y me dio una palmada en la mano- Ella también está sintiendo esto que sientes tú, también te hecha de menos y ahora le faltas tú...
Agaché la cabeza, reflexionando sobre lo que me había dicho, se me hacía raro que después de lo que le había hecho ahora me estuviera echando de menos. Miki me dio un beso en la mano.
-Y eres la mejor policía que he conocido nunca, seguro que vuelves a trabajar enseguida.
Suspiré. Sólo esperaba que aquello fuese verdad. No paraba de subir mi ánimo y aconsejarme, era un amigo de verdad, y lo mejor es que acudía sin pedírselo y eso se agradecía. Tenía mucho que aprender de él.
-Este momento de tristeza es sólo momentáneo, verás como todo cambia dentro de poco- me dijo con esa sonrisa que me transmitía tanta confianza.
Le miré con media sonrisa en la boca y le di un apretado abrazo.


Cuando se fue de casa, fui a vestirme y organizar un poco el armario, saqué el uniforme y lo miré con pena, decidí lavarlo. Una vez que tenía toda la ropa que quería dentro de la lavadora, miré atentamente los botones, no tenía  ni idea de como funcionaba aquel cacharro, fui a cerrarlo y entonces recordé a Berta echando unos líquidos en las ranuras, los buqué por los armarios y los saqué todos. No sabía para que servía cada uno, ni donde debía de echarlos, así que los mezclé todos y lo dejé caer por una de las ranuras. Una vez hecho esto, me senté en el taburete y apoyé un codo en la barra, me quedé contemplando como una idiota la lavadora. "Berta siempre era la que hacía todo esto"- pensé, y un nudo en se me hizo en la garganta, sentí ganas de llorar. Me giré mirando a la puerta, imaginando que entraba feliz, con su preciosa sonrisa puesta y contándome mil anécdotas. Cerré los ojos fuertemente al ver que aquella puerta no iba a abrirse.
Me llevé las manos a la cara y apoyé los codos en la barra. Todo estaba en silencio, no había ningún ruido excepto el de la lavadora y el tic tac del reloj. Yo no podía soportar más aquello, necesitaba a mi amiga más que nunca. En ese momento me di cuenta de lo mucho que la quería, hasta echaba de menos discutir con ella. Y pude comprobar que es verdad aquello de "No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes"


Continuará...

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